Dicen los expertos que a partir de los siete años y hasta que llega
lo adolescencia, los padres nos enfrentamos a unos años tranquilos... Es
el mejor momento para sembrar. Con razón se ha llamado a este período
"edad de oro de la educación". Sin embargo, el niño no nace educado,
sino con "derecho a la educación". Nadie nace preparado para distinguir
en cada momento qué debe hacer y qué es preferible dejar de lado. No
educamos por caridad sino por justicia.
Quien no sea capaz de educar a sus hijos en algo tan sencillo y tan
evidente como el gusto por las cosas bien hechas, está perdido. Se debe
castigar y premiar, pero antes hay que saber cómo, cuándo y dónde. "Dime
cómo castigas... y te diré cómo educas".
¿Cuándo empleamos mal los castigos?
-Usando violencia verbal o física: la eficacia de la educación no se
apoya en la fuerza de los gritos, sino en la evidencia de las razones.
-Cuando los padres ven que los hijos están equivocados o han actuado
mal, la meta no es vencerles, sino más bien convencerles. Y en este
punto es fundamental tener paciencia, pensar con lucidez y dialogar
sosegadamente. Por eso es desaconsejable el grito: aparte de
acostumbrarse a ser gritados, puede ser signo de fracaso educativo, de
falta de autoridad, y suele provocar rechazo y resentimiento.
-Cuando les quitamos actividades buenas: por ejemplo, el deporte.
-Poniendo castigos desproporcionados: en ocasiones, por falta de
paciencia, castigamos a nuestros hijos con sanciones interminables que
luego no se pueden cumplir. Otros castigos desproporcionados son los que
recurren al miedo (por ejemplo castigarles en su cuarto con la luz
apagada), o castigos físicos. Un niño nunca debe pasar miedo. No
aconsejo tampoco que les castigues sin televisión pues la conviertes en
un objeto deseable. La televisión nunca puede ser objeto de castigo o de
premio, a no ser, por ejemplo, que hayan pactado que puede ver esa
serie que tanto les gusta pero después de haber estudiado o arreglado su
cuarto.
Tipos de castigos y como castigar
La mayor parte de los problemas educativos se ubican en uno de los
tres niveles o en la combinación de ellos. Profundizar en las
motivaciones -¿qué sentimiento interno nos mueve a actuar de determinada
forma?- ayuda a definir los castigos adecuados.
Nivel de motivación:
1. Material.
2. Inteligencia, Yo.
3. Voluntad, Tu.
Situación:
1. Romper algo.
2. Malas notas.
3. Mentir.
Castigo:
1. Pagarlo, reponerlo.
2. Estudiar hasta aprender.
3. Contestar-Reproche.
Cuando nuestros hijos han actuado mal, el castigo debe ubicarse en el
nivel de su error. Recurrir a otro nivel no soluciona el defecto. Así
por ejemplo, un problema de estudios (nivel 2) no se soluciona
quitándole la paga (nivel 1); una mentira, una respuesta alevosa, una
desobediencia (nivel 3) no se arregla con horas de estudio (nivel 2).
Situaciones cotidianas
Malas contestaciones y falta de respeto a los padres:
Esta situación es de nivel 3 y debe de cortarse de raíz, pues nadie
puede querer a quien no respeta. En este caso, lo primero que hay que
decir, con firmeza y seriedad, es que ese no es el trato que se le da a
la madre o al padre. Más importante que ganarte la amistad de tu hijo es
ganarte su respeto. Tu hijo no es tu igual, tu colega: eres mucho más
para él. Igualarse con él no es elevar al hijo, es más bien estropearle.
El castigo podría ser: si no respetas a tus padres, o a los adultos,
tampoco puedes participar esta noche en la tertulia familiar. No
consientas nunca las faltas de respeto ni les digas: "No me trates así
que yo no te trato así". El respeto de los hijos a los padres está por
encima de todo y esto no significa autoritarismo, sino autoridad. El
respeto que nos deben nuestros hijos no esta reñido con la confianza que
podemos establecer con ellos.
Malas notas: esta situación es de nivel 2
(Inteligencia). Tu hijo llega a casa con las notas y solo ha aprobado en
deporte, inglés y religión. Entonces decides quitarle el fútbol, pero
tu hijo es el portero de su equipo, es donde se siente feliz y pretendes
que quitándole lo mejor que tiene, estudie. Piensas: "Hay que darle
donde más le duele". Esto es una equivocación. Siempre hay excepciones,
pero como norma es mejor apoyarle en sus puntos fuertes (es deportista,
tiene buen corazón, me quiere) para tirar de los débiles (estudia poco,
ordena menos, llega tarde...). La idea es transmitir al niño que no es
él contra su padre, que es su comportamiento lo que tiene que cambiar.
Que él se autocastiga con su comportamiento, que no querríamos
castigarle y que sufrimos al hacerlo. Que debe servirle para reparar,
para reflexionar y hacerle cambiar. Ante esta situación, el castigo
siempre debe ir encaminado a remediar la situación: primero, reflexionar
con él por qué saca malas notas y segundo, el mejor castigo es poner un
tiempo para el estudio, horas, dedicación y calidad.
Desorden: "Hoy sábado tuve que salir pronto de casa y
dejé a todos en la cama. A mi regreso esperaba que se les ocurriera lo
normal: hacer la cama, ordenar el pijama, los libros, los juegos... Pero
nada, ¡no habían hecho nada! Estaban viendo la televisión
tranquilamente y además, sin desayunar". En este caso el nivel es el 3 y
el castigo adecuado es ponerse a ordenar hasta acabar. ¿Por qué? Porque
la virtud del orden se alcanza a base de repetición de actos, no de
charlas, gritos, ni reproches.
Come mal y solo lo que le gusta: "Es desesperante,
todo tiene que ser con ketchup". Pues quizá esté bien alimentado... pero
está muy maleducado. Nos encontramos en el nivel 1. Por lo tanto, el
castigo irá dirigido a que si no come lo que no le gusta, tampoco puede
probar lo que más le apetece, porque de lo contrario le encapricharíamos
y no estaríamos fortaleciendo su voluntad. Por lo tanto, no hay helado,
o no hay el postre que le gusta.
Cuando rompen algo o no cuidan sus cosas: es otra
situación del nivel 1 aunque también tiene parte de nivel 3 si han
desobedecido. "Aquel sábado fuimos a cenar y les prohibimos a los niños
poner películas pero desobedecieron y la película se rompió: se atascó
en el dvd. Recordé aquella famosa anécdota de Gandhi cuando después de
haber robado dinero a su padre y acercándose a pedirle perdón éste, como
repuesta, le contesto llorando. Lo recordó siempre y nunca volvió a
robar. En nuestro caso decidimos ponernos muy tristes y notamos que
estaban realmente arrepentidos, y es que para un niño la mejor
motivación y el mejor premio es la alegría de sus padres". Estos padres
decidieron castigar a sus hijos con la decepción (este castigo
corresponde al nivel 3 por desobediencia). Otra forma de castigarles,
centrados en el nivel 1, es por ejemplo, comprar con su dinero otro dvd,
o limpiar la camiseta que han ensuciado por descuido, y por supuesto,
no comprarle otra pelota inmediatamente después de perder la que tenían,
porque no valoraron las cosas. Lo que nunca se puede hacer es la
sustitución rápida.
Ha hecho algo mal pero lo ha reconocido: "Mamá, pero
te he dicho la verdad", los padres nos preguntamos: ¿le castigo o no?
"Mira que le he dicho mil veces que no salte en la cama porque la va a
romper, y al final la ha roto". Lo correcto es explicarle que le
castigas por su desobediencia, porque si además hubiera mentido, el
castigo sería doble. Se reconoce su sinceridad pero tiene que ser
consciente de su acto. Como ha roto la cama, dormirá con la cama torcida
unos cuantos días para que sea consciente de su actuación.
Además
-No levantes el castigo porque te lo suplique:
además de perder autoridad, el niño se acostumbra a no enfrentar las
consecuencias justas de sus actos.
-Ponte de acuerdo con tu pareja: si la madre levanta los castigos
impuestos por el padre o viceversa, se restan autoridad mutuamente.
-Permítele que se explique antes de imponerle el castigo: nunca es
lícito aplicar sanciones sin oír antes la versión del niño. Sin embargo,
si se trata de faltas de respeto evidentes, actúa de inmediato y con
firmeza. No temas perder su amistad; precisamente si te respeta te
querrá: nadie ama a quien no respeta.
-Si castigas, también debes premiar o felicitar: no te fijes solo en
lo que hace mal. Si de seis camisas hay cinco arrugadas y una bien
doblada, felicítale por esa que está en orden. Esto exige abrir bien los
ojos, porque el cansancio y la frustración nos empujan a ver en grande
todo lo malo y a no ver nada de lo bueno.
-Recuerda que castigas por justicia, no para molestarle: por eso, a
los 9 o 10 años pueden de común acuerdo, el niño y tu, establecer que
castigo se le impone por su comportamiento.
FUENTE : Maite Mijancos
Hacer Familia nº 116.
Chiquitín ya no te castigo más sin fútbol.... jajjajajaj
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